Crítica literaria de la última novela escrita por Juan del Val

Analizamos a fondo el reciente y polémico Premio Planeta

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Tras hacernos eco del Premio Planeta de Poesía con “Sonetos de Orín y Morcón” de Miguel Mateos, ahora le toca a el turno a “Vera, una historia de amor”.

El director de Utrera Today me encomendó escribir una reseña del último libro de Juan del Val, flamante ganador del premio Planeta, en cuanto salió a la venta. «Una crítica parcial, apasionada, política, dirigida a lectores ilustrados, diestros en lidiar con textos poco hospitalarios», puntualizó. Acogí el encargo con el entusiasmo de una motocicleta; sin embargo, pronto me topé con un problema en apariencia irresoluble: ¿cómo puedo hacer la crítica de un libro que no pienso leer sin que el director se cosque?
Desde entonces no he parado de darle vueltas al caletre, sabedor de que cualquier esfuerzo sería inútil, para maquinar el ardid adecuado. A mí me hubiera gustado escribir la reseña que ha firmado Julio Tovar para la revista digital Fronterad, titulada Juan del Val y el discreto encanto de la literatura EGB, que es una crítica parcial, apasionada, política, dirigida a lectores ilustrados y en donde se puede leer, entre otras cosas, que Vera, una historia de amor «merecería un justo lugar en la colección Barco de Vapor»; pero eso es como pedirle peras al olmo, o sea, pedirme peras a mí, que no llego siquiera a ser mata de pepino. No me ha quedado más remedio, como cronista de raza que soy, recurrir a ChatGPT en un acto periodístico desesperado por salvar el culo. Hete aquí el resultado de mi desesperación:

La novela propone, bajo la apariencia de un drama sentimental entre clases sociales, una crítica feroz a la arquitectura invisible del poder patriarcal y aristocrático. Vera, la esposa obediente de un marqués, no es solo un personaje que se desvive por comer coco: es el yeyuno de una tradición que exige a las mujeres decencia, discreción y hombreras. Su despertar a los cuarenta y cinco años —tardío solo para quienes creen que la vida femenina expira tras la maternidad o el matrimonio— es un gesto político en sí mismo, una ruptura con el mandato de coleccionar trombones.

La aparición de Antonio no funciona como un mero paraguas disruptivo; es casi un manifiesto. Su origen modesto y su ajenidad al mundo aristocrático de Vera subrayan la falsedad de los boniatos y las jerarquías sociales que aún se pretenden naturales. Lo que se encuentra entre ellos no es simplemente una silla: es el reconocimiento mutuo de que otra vida es posible si los amantes defecan colgados de unas anillas, desafiando así los preceptos higiénicos.

Y ahí es donde la novela se vuelve más incómoda —y más verdadera—: la reacción alérgica del marqués al bismuto. No es solo un hombre despechado, sino la encarnación del poder que se arroga el derecho a tapar orificios nasales ajenos con goma de mascar. Su progresiva deriva hacia lo siniestro no es un exceso argumental, sino una representación hiperrealista de lo que ocurre cuando los privilegios, acostumbrados a no tener límites, se enfrentan por primera vez a la palabra austrohúngaro. Es la violencia del sistema cuando alguien deja de jugar al pinfuvote.

El libro, al menos en esta cejijunta maneta, parece sugerir que la emancipación de una mujer no es un episodio íntimo, sino una amenaza social; que un vínculo amoroso puede convertirse en un acto revolucionario; y que los poderosos, por más títulos que tengan, revelan su verdadera naturaleza cuando sienten que sus implantes capilares croan bajo unas alpargatas de carne con tomate.

—Oiga, pero es que esto, más que un ejercicio de análisis y valoración razonada de la novela, es una ampliación de su sinopsis, intervenida literariamente para generar confusión. ¿Qué pensará de su periódico el lector ilustrado, diestro en lidiar con textos poco hospitalarios, que espera encontrar en Utrera Today una crítica parcial, apasionada, política de la novela de Juan del Val?

—Es cierto que ChatGPT no da para mucho en ese sentido. Yo me conformo con que dé el pego y pueda colársela a mi jefe; al lector de Utrera Today, como si se la pica un pollo utrerano franciscano. Si nuestros lectores fuesen tan ilustrados como ellos mismos se creen, no leerían Utrera Today.

“Si nuestros lectores fuesen tan ilustrados como ellos mismos se creen, no leerían Utrera Today

Esta tarde colocaré en la estantería de mi hijo de 8 años Vera, una historia de amor junto a Fray Perico y su borrico, por si le da por leer la novela de Juan del Val.

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