El experto en astrofísica José Fernández (el boticario no, el otro..) ya ha elaborado una teoría que pretende explicar cómo ha ido a parar este icono arquitectónico a la superficie marciana sin recurrir para ello a cuerdas, supercuerdas ni sogas espacio-temporales.
La comunidad científica no gana para sustos. Si ya el mes pasado el físico teorético y cosmólogo estadounidense Lawrence M. Krauss dejó patidifusa a la comunidad científica al anunciar la posible detección de ondas gravitacionales, el hallazgo esta semana de una construcción que recuerda al quiosco de Gregorio en la superficie del planeta rojo ha sido el acabose, el colmo, la repleción total de los límites de la ciencia, más allá de los cuales sólo existe la especulación y la superchería.
Ante tamaño desconcierto, fueron los propios técnicos de la NASA, incapaces de descartar ninguna hipótesis, quienes rogaron a la redacción de Utrera Today que aventurase una explicación creíble del fenómeno. Como comprenderán, no pudimos negarnos. La NASA es para nosotros lo que para un tonto una tiza.
Sin embargo, nuestro experto en astrofísica, José Fernández (no el boticario, sino otro), de los Fernández de toda la vida, ha riscado una de esas teorías que tienden más a suscitar problemas que a resolverlos. En su cábula científica intervienen los agujeros de gusano (conocidos vulgarmente como puentes de Einstein-Rosen), la teletransportación, la aberraciones cromáticas y geométricas y el interferómetro de Fabry-Pérot. Fuera del influjo mágico que puedan concitar estos hermosos conceptos en nuestra imaginación, la conjetura no resiste los más elementales principios de la física teórica. Empero, algunos falsacionistas (por suerte, hay gente de toda catadura y pergeño en este mundo) aceptan, al menos provisionalmente, dícha teoría al no ser posible refutarla con ningún contraejemplo. ¿O es que sería usted capaz de demostrar lo contrario, estimado lector?