Expertos arqueólogos descubren que el castillo de Utrera es en realidad un decorado de cartón piedra

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  • El decorado del castillo de Utrera podría haber servido durante los años 60 como escenario de películas del género “Mostachón Western”.

  • Expertos cinéfilos consultados afirman que se pensaba usar como decorado para rodar algunas escenas de la mítica “Conan El Bárbaro” pero la calle “La Corredera” estaba en obras y el equipo de rodaje no pudo acceder a la localización.

  • Se rumorea que recientemente habrían ofrecido su uso como escenario para rodar algunos episodios de la nueva temporada de “Juego de Tronos”, pero la productora habría declinado el ofrecimiento ya que “La Corredera” continúa en obras desde entonces.

Muchos respetables utreranos veníamos preguntándonos desde hace años, desde hace quince o veinte años, todos los días y a todas horas, dado el carácter obsesivo de nuestra idiosincrasia, por qué leches sin lactosa el castillo de Utrera lleva cerrado a cal y canto tanto tiempo, inexpugnable al visitante curioso, autóctono o foráneo, siendo como es uno de los más cacareados atractivos turísticos de nuestra localidad.

Pues bien, le alegrará saber al lector afligido por este misterio que gracias a la integridad de un prohombre dedicado al cuatrerismo gallináceo y a la venta ambulante de aceitunas zapateras, a la bonhomía de este respetable salta tapias, a la rectitud de ánimo de este honrado brinca muros, se ha desvelado por fin el enigma, un enigma que traía de cabeza no sólo a los vecinos de nuestra localidad, sino a todo un elenco de expertos de las más heterogéneas disciplinas, ciencias y saberes: carboneros, consumeros, aguadores, serenos, arqueólogos, areneros, lateros, capadores de puercos…

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Obreros trabajando a destajo para encubrir el insólito descubrimiento.

Según ha sabido este periódico, nuestro filantrópico amigo, en una de sus muchas correrías comerciales, buscó asilo tras los vetustos muros de la fortaleza utrerana huyendo de algún cliente insatisfecho. Trepar un lienzo y darse de bruces con el suelo fue todo uno. Cuando se recuperó mal que bien del talegazo, contempló atónito el entrepaño que había intentado gatear hecho jirones. Raudo, se coló por el siete cual conejo asustado y pudo constatar que efectivamente las murallas, con su adarve y sus almenas encapuchadas, la torres, incluída la del homenaje, el patio de armas y el resto de elementos arquitectónicos que forman el castillo, no son más que un atrezo, un decorado, un ornato, una escenografía que sirvió (esto lo supimos luego) en los años 60 para la grabación de unas pocas películas épicas que la atolondrada crítica no tardó en clasificarlas dentro de un subgénero llamado mostachón wéstern.

—Oiga, pero rodar películas de vaqueros en un escenario medieval  no parece lo más apropiado, ¿no?

—Pues esa es precisamente la particularidad que le da valor y originalidad a estas obras, por desgracia hoy perdidas.

—¿Y nadie se dio cuenta antes de que el castillo era en realidad una tramoya?

—Pues no, señor. Ha habido muchos peces gordos metidos en el ajo que han ocultado torticeramente la verdad a los utreranos durante años. Centenares de políticos y empleados municipales han sido partícipes de esta mascarada. Al parecer, cuando juraban el cargo, les hacían sabedores del secreto y les obligaban a firmar una cláusula de confidencialidad que, en caso de incumplirla, podría acarrearles la pena de destierro mayor. Muy fuerte todo.

 

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