Se desconoce si el alcalde utrerano habría mantenido contactos con su homólogo madrileño.
Como muchos lectores recordarán, Madrid celebró su primera mascletá el 18 de febrero pasado, no exenta, dicho sea de paso, de su propia traca política. A estas alturas, no debería sorprendernos encontrar, pongamos por caso, una Feria de Sevilla instalada en la inmediaciones del Museo del Prado: el apropiacionismo cultural es un síntoma de nuestro tiempo y Madrid, un pueblo grande que despropia, con la cadencia del organillo de la política folk, culturalmente a otros pueblos.
Madrid es un nodo sumidero de costumbres y gentes de todo pelo y condición en una red libre de escala, como otras grandes capitales del mundo que representan una unidad de medida preferente para la economía, la seguridad, la innovación, el liderazgo político, el conocimiento o la cultura. No es de extrañar, insistimos, que en Madrid se celebren toda suerte de ferias o fiestas españolas, porque “Madrid es España dentro de España”, Díaz Ayuso dixit, a la manera de una muñeca rusa. Una pintoresca respuesta local al problema del separatismo nacional.
“Hay mucho patrimonio inmaterial en España del que apropiarse además del pirotécnico”
Ese mismo espíritu apropiacionista ha descendido también sobre los utreranos como en un pentecostés mostachonero, en el que las lenguas de fuego han transmutado en lenguas de nata. Utrera, pueblo aspiracional, con ínfulas de radiocasete de doble pletina, debería, ya puestos, emular eventos más sofisticado que una simple mascletá.
Cierto es que nuestra cultura sonora y sensorial está unida al estruendo de la pólvora y al tufo luciferino del azufre quemado; pero hay mucho patrimonio inmaterial en España del que apropiarse además del pirotécnico: programar un concurso internacional de sardanas en la Feria de Consolación daría un impulso turístico sin parangón a nuestro pueblo, situándolo en la esfera pública y achatada por los polos donde habitamos.
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