En lugar de firmar en el libro de la Comunión se hará un test gratuito de Coronavirus a los asistentes al convite.
Pese a todo, la sociedad utrerana progresa, prospera, se enfrenta al futuro con valentía, ilusión y responsabilidad. Es frecuente oír en los círculos intelectuales de La Fontanilla que Utrera tiene una mentalidad integrista y reaccionaria, más propia del siglo XIX que del XXI; pero ahí están sus habitantes para demostrar lo contrario. Las generaciones pasan y los puntos de vista, las ideas, tienen que ser, por fuerza, diferentes.
En todo lugar, y aquí no ha de ser menos, de entre el indigenado surge algún industrioso jardinero que, contra viento y marea, desbroza el tupido sendero de cardanchas y ortigas que conecta el más recalcitrante convencionalismo con la modernidad. El símil quizá sea un tanto agreste, pero muy ilustrativo. ¿Acaso no tuvo el Abate Marchena que desembarazar a golpe de hoz y martillo su camino hacia el activismo ilustrado?
Parece cosa de locos, pero este año, ha sido septiembre un mes de comuniones. A poco que uno tenga el más leve vestigio de vida social y quiera conservarlo, no habrá podido librarse de asistir a una de estas ceremonias litúrgicas, ya sea en calidad de víctima o de verdugo. ¿Ha, la COVID-19, de condicionar nuestra vida a tal punto de ensombrecer el primer acto de teofagia de un impúber y la subsiguiente bacanal?
Como un hombre que se despeña asido a una navaja barbera se habrá sentido más de un invitado, después de confirmar a regañadientes su asistencia al evento. Sin embargo, hay temores que son fácilmente disipables a poco que uno le ponga algo de imaginación al asunto: en el convite de Ramirito F., de los F. de toda la vida, cada uno de los 120 invitados fueron obsequiados con una PCR y su respectivo kit de escobillones nasal y faríngeo, hermosamente rotulados con la leyenda “Recuerdo de mi Primera Comunión”.
“..los invitados fueron obsequiados con una PCR y un kit de escobillones nasal y faríngeo, rotulados con “Recuerdo de mi Primera Comunión”..
No podemos más que maravillarnos ante tamaño derroche de ingenio. Atrás quedaron las velas, los marcapáginas, los aburridos bolígrafos y agendas. El detalle de regalar una prueba de laboratorio para el diagnóstico de la enfermedad por coronavirus, previendo una interpretación laxa de las recomendaciones sanitarias durante la celebración por parte de los asistentes, en el día más importante de la vida de un niño, no es ninguna futesa.
Todo lo contrario, demuestra hasta qué punto estamos concienciados con el grave problema que tenemos entre manos y que, pese a todo, seguimos imparables hacia la modernidad, aunque en cada colada se pierda una sábana. Por añadidura, el libro de firmas podría ser usado por los rastreadores.
No nos extrañaría que la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, tomase en consideración estas propuestas, copiándolas para aplicarlas en su Comunidad, en cuanto tuviese conocimiento de esta noticia.
Seguiremos informando.